jueves, 6 de septiembre de 2012

Cristo y este crucificado

Por años mantuve este dibujo sobre el camba sin colorearlo. Percudido y borroso, permanecía en el armario hasta que cobrara la valentía de pintarlo. Uno se pregunta: ¿qué es lo que hace falta para realizar la labor que te llena de temor?

El dibujo mismo fue realizado en un momento de grandes retos para mí; al punto que cada cabello fue dibujado en profunda reflexión. No sé si eso sea importante o no, pero para mí representa un proceso de oración y reflexión que marcaron mi vida.
El tiempo pasó... y no había inspiración ni valentía para tocar con pintura alguna el cuadro y lo que representaba. Era el estado comatoso de un proyecto de amor al que le dediqué mucho tiempo y pasión.

El día llegó, y les aseguro que no quiero volver a pensar lo que en aquel momento corría por mi mente y lo que sentía: dolor, frustración, decepción, perdida, ira… Un duelo como el de aquel que pierde un ser querido por una muerte repentina. En medio de ese sentimiento recordé la frase: “Cristo y este crucificado”. Vino el cuadro a mi mente y a su vez el texto bíblico que me sostendría en este periodo de tiempo.
“Cuando fui a vosotros, hermanos, proclamándoos el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría, pues nada me propuse saber entre vosotros, excepto a Jesucristo, y éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor. Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,  para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” 1 Corintios 2: 1 - 5

El Maestro es lo importante, no las expectativas humanas. La meta clara es ser luz en medio de las tinieblas, la satisfacción de predicar al Cristo crucificado. Su dolor sanó mi dolor y el proceso de dedicar mi tiempo a sus heridas, sanó las mías y me mostró el camino a seguir. “Toma tu cruz y sígueme”, limpia tus heridas y espera en mi.

Al teminar de pintarlo, con su cielo e infierno... me senté en el piso a llorar. Aprendí que siempre que viva por Él y para Él, nada está perdido.

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