lunes, 23 de mayo de 2011

Domingo Pastoral


Usualmente el día comienza muy temprano en la madrugada con oración y reflexión en la lectura que he meditado, estudiado y batallado durante toda la semana. Es el último momento para estar a solas con el Supervisor; con la seguridad de que luego de salir de ese espacio de oración comenzará el día más intenso, el Día del Señor.

Llegar a la iglesia con una sonrisa no es un gran reto, hacer lo que uno ama es el más hermoso regalo. Veo mis plantitas florecidas en medio de ese sol candente y me animo comenzar. El tierno café de la mañana, servido con amor y humildad es una gran diferencia en el día. El saludo cariñoso nos llena de esperanza y regocijo.


Llegamos y allí comienza la carrera. ¡Cualquier cosa puede pasar! No hay agua en la fuente, el salón de educación cristiana tiene un olor refutable. No hay forma de que el radio que usarán los niños para su participación especial funcione. El director del culto se enfermó el sábado en la noche y no pudo comunicarse conmigo hasta las 10:55 am. Gracias a Dios, las anteriores no se han coincidido todas juntas, pero usualmente cuando vienen, vienen acompañadas. Pero algo es seguro, ese tiempo de oración matutino ha incluido una oración de intersección por el imprevisto dominical que muy probablemente llegará.....

Por alguna razón, el predicar es agotador. No solo el prepara un sermón, sino el proclamar la Palabra tiene una capacidad para denar energía del cuerpo, es un cansancio físico que llega desde la cabeza a los pies. Emocionalmente, es drenante. Después de todo, ningún sermón está completamente desarrollado hasta después de ser predicado. Justo cuando uno se para frente a la congregación uno siente si debe cambiar algo, o añadir aquello u omitir un ejemplo. ¡El trabajo de la semana pasó a ser algo totalmente distinto! Justo cuando vez a un hermano recibiendo consuelo por el mensaje, vez a otro hermano mirando el reloj con desesperación. Entonces tienes que decidir; predicas palabras de consuelo o lanzas tu cierre. Entonces recuerdo la parábola del Buen Pastor que dejó a 99 ovejas por rescatar a una. 

Terminado el culto sin percances aparentes, aunque a algunos les parece que la liturgia fue muy largas y a otros muy monótona, a unos muy innovadora y a otros muy desordenada. Gracias a Dios, en la puerta al despedirnos de la congregación para algunos, ¡Nos vemos el próximo domingo! Para otros  ¡Nos vemos en la semana! y hay para quienes en vez de una despedida es un ¡Ya mismo entro a la reunión! Hay quien recibe consejería en la puerta, palabras de consuelo y aliento y hay quien esquiva el saludo pastoral. En la puerta se ven rostros de tristeza, de cansancio espiritual, niños que corren a abrazarnos, ancianos que nos miran con el orgullo de un abuelo. Allí en la puerta se hacen las preguntas teológicas sobre el sermón y las comparaciones con los sermones que alguna fiel hermana escuchó de otro pastor. En la puerta es donde sé que no prediqué yo, que Dios le habló a cada cual según su Santo Espíritu, cuando la gente interpreta cosas que jamás imaginé, cuando Dios consuela, fortalece y alienta. ....

Esos hermosos domingos de almuerzos, juegos, o reuniones después del culto suelen ser el momento para compartir con hermanos y hermanas que trabajan duro durante la semana. Esas oportunidades para unir la iglesia, darnos aliento, compartir bromas o planificar para el futuro. En ocasiones se visita algún enfermo, se lleva la Santa Cena, se comparte con los jóvenes, se atienden las emergencias del día, o nos quedamos conversando por el puro placer de compartir. Pero hay también domingos en los que salgo corriendo para llegar a una reunión al otro lado de la isla o cuando celebrarán el cumpleaños de algún sobrino. ¡Día de madres y padres! Los domingos cuando más se corre y cuando el ajetreo y tensión del culto no me permiten ser la hija más atenta. ¡Gracias a Dios tengo muchos hermanos y hermanas! Mis padres nunca me lo han recriminado, han aceptado mi llamado y compartido la carga en muchos sentidos.

El domingo terminó, hay una mescla de cansancio y satisfacción con el profundo deseo de apagar la mente. No se trata solo de dormir, sino de simplemente no pensar. Hay veces en que es posible, pero, hay días de emergencias. Cómo me gustaría poder estar en mi mejor momento cada vez que alguien tiene necesidad. Pero la verdad es que muchas veces, la mayoría de las veces hay que reaccionar en medio del día más abrumador. Consolar a los atormentados de espíritu, aún en mi propio tormento, ver morir y dar esperanza, sentir el dolor de mis hermanos y tratar que mi rostro les demuestre la paz de Cristo. ....

Después de un abrumador día, es natural sentir nostalgia y cansancio, repasar el mensaje predicado y los rostros ausentes. El día terminó, pero la semana a penas comienza y en mi cama antes de dormir repaso todo lo que debo hacer en la semana. Dios me ayude.

1 comentario:

  1. Wilma:

    No puedo dejar de sentirme reflejada en tus palabras!! Pero sabes, eres UNICA y especial, escucharte es bien inspirador y en mi caso sanador. Siempre me siento muy honrada de tener el privilegio de escucharte/leerte/etc

    Cariños
    Alisa

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