domingo, 22 de enero de 2012

Abrazando la soledad

Me atrevo a asumir que muchas conocemos a alguien con una tremenda indecisión que les lleva insistentemente a recurrir a otras personas para dirigir sus vidas, gente con un temor interior por equivocarse en el camino. Me arriesgo a pensar que a veces pierden la libertad de pensar, la voluntad de cuestionar incluso los consejos que reciben. No es necesario el esfuerzo de tomar las riendas de la propia vida y la responsabilidad si alguien está en la disposición de hacerlo por ti.

La vida está llena de tantas oportunidades, misterios, aventuras y alegrías. En cada amanecer nos sonríe un día lleno de posibilidades. No siempre tenemos la mirada en las oportunidades. A veces, aún cuando nuestros ojos ven el horizonte, nuestro corazón interiormente vive encerrada en el pasado, en el temor al fracaso o a la soledad.




Esa vieja amiga soledad, que a la mayoría nos acompaña desde el vientre materno, nos enseña a decidir, a escuchar la conciencia, a reflexionar y aprender del pasado y a seguir caminando con discernimiento y sabiduría. Muchas veces no toleramos a nuestra sabia amiga y llenamos los vacíos, muchas veces hasta no dejar espacio ni para el oxígeno.  Esto puede aplicar para las parejas amorosas, como quien afirma que “un clavo saca otro clavo”, así como para quienes constantemente cambian de paño de lágrimas como papel desechable.

No hay duda que toda persona necesita en algún momento de su vida una mano amiga, pero hay siempre hay que tener criterio propio. Si hemos estado cojeando por la vida, ¿cómo podemos alcanzar levantar vuelo? Me vuelvo a atrever a decir que si queremos volar, hay que correr, si queremos correr hay que soltar el bastón que nos está ayudando a caminar. Paso a paso hay que enfrentar la caminata de la soledad en la búsqueda interior por dirección. Cuando la soledad ya no sea perturbadora tendremos la voluntad de soñar y los anhelos son la fuerza, el motor que nos dará el impulso para darle paso a un pequeño vuelo, una aventura que nos recuerde que podemos hacer lo que nos propongamos.


Un viejo himno dice: “A solas al huerto yo voy… y en quietud y paz con Jesús estoy, oyendo absorto allí su voz.” En esos momentos de silencio y soledad, Dios nos guía y nos muestra el camino, llegan a nuestra mente los consejos y voces del camino, pero sentimos menor presión en "obedecer" y optamos por escuchar y decidir. Atrévete a tomar la responsabilidad de tu vida y caminar la adultez con precaución pero con esperanza.  

¡Paz!

"Hay cosas que hacemos que nos parecen correctas,
pero que al fin de cuentas nos llevan a la tumba".
Proverbios 14:12

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