
Esta no es la realidad de todas las mujeres, y mucho menos es la oportunidad de jóvenes mujeres, que como yo, han escuchado la voz del Buen Pastor, encomendándonos el cuidado de sus ovejas. Los prejuicios nos rodean, nos limitan y nos castran desde los adentros, distrayéndonos y haciéndonos creer que nuestra vocación es la enseñanza, ser la esposa del Ministro, la moderadora de la Junta Diaconal (si es que se nos es permitido) y si somos ambiciosas y se nos es posible, la secretaria del Consistorio de la iglesia. La iglesia, la esposa del Cordero ha vivido con un desbalance hormonal, exceso de estrógeno en las manos y demaciada testosterona en la cabeza.